Muy pronto en la vida aprendemos que tener una buena autoestima es clave para tener éxito. Es por eso que nos esforzamos en mantener una buena imagen de nosotros mismos y nos ponemos escudos que nos protejan de aquello que amenaza nuestra integridad personal. Sentimos auténtico terror a que esta resulte dañada y evitamos asumir riesgos que puedan amenazarla. Esta lucha es resultado de la importancia que le damos al concepto de autoestima que nos lleva a juzgar nuestras experiencias como buenas o malas según el efecto que tengan en nuestro yo.
Cuál es el precio de la buena autoestima? Dependerá de todo aquello a lo que has renunciado simplemente porque el peso de la autoestima era mayor que lo que había en el otro lado de la balanza. Y así es como dejamos ir sueños, personas, en definitiva, nuestros valores que son los que nos acercan hacia una vida plena.
Lo que entendemos por felicidad también incluye la autoestima como elemento no suficiente pero sí necesario, pues para poder disfrutar de lo que nos da la vida primero hemos de estar a gusto en nuestra piel. Para ser felices tenemos que recibir primero el visto bueno de nuestro propio yo, disponer de ese permiso que nos hace libres para vivir el momento.
La parte mala es que nuestra mente crítica pocas veces nos concede esa libertad para gozar sin remordimientos ni censuras, siempre hay un «tener que» o «deber de» que cumplir para tener la mejor imagen de nosotros mismos. Por lo que la tarea de salvaguardar nuestra autoestima puede durar toda la vida impidiéndonos bajar la guardia y simplemente ser nosotros mismos.
Desde aquí te proponemos cambiar la autoestima por la autocompasión, el juzgar por el aceptar, el evitar por el actuar. En esta perspectiva no existe bueno ni malo, todo tiene lugar en en nuestra mente y lo vamos a acoger con los brazos abiertos. No es una cuestión de contenidos sino de adoptar una postura compasiva a la hora de relacionarnos con nuestros pensamientos. Importa el cómo nos tratamos a nosotros mismos más que el qué nos decimos.
Y cómo se practica la autocompasión? Lo primero es observar con atención lo que ocurre en nuestra mente, con la curiosidad de un niño. Aquí son muy útiles los ejercicios de Mindfulness que nos ayudan a mantener esa distancia con nuestros pensamientos que nos permitirá conocerlos. Una vez que logramos ver este lenguaje interno que mantenemos con nosotros mismos, vamos a aceptarlo. Este es el paso más difícil porque aceptar supone abandonar esa batalla que se libra en nuestra mente desde tiempos remotos y a la que estamos ya tan acostumbrados. No es resignarse a creer en esas palabras tan duras que resuenan en nuestro interior. Es acogerlas desde el cariño, escuchándolas, respetando su existencia dentro de nosotros, comprendiendo por qué están ahí y mostrando gentileza como inquilinos de nuestra mente. Es de alguna manera perdonarlas por querer hacerlas desaparecer y aumentar así su dolor anclándose más en donde están. Porque si algo sabemos es que cuánto más evitas tener un pensamiento, más presencia tiene en ti. Aunque eches con todas tus fuerzas algo en el mar, te lo acabará devolviendo la marea. Así es cómo funciona nuestra mente, y cuánto antes lo entendamos antes podremos tomar el camino de la autocompasión, levantar el hacha de guerra y sellar la paz con nuestros pensamientos.
Ser autocompasivo pasa por aceptar el sufrimiento como parte de la humanidad. Comprender que tanto nuestras luchas internas como los acontecimientos dolorosos de nuestra historia, son compartidos con las demás personas. Porque somos humanos y como tales amamos, aprendemos, cuidamos, pero también sufrimos y nos solidarizamos con el dolor de nuestro alrededor con la compasión que nos da el ponernos en el lugar del otro. Esta actitud empática está detrás de la autocompasión, extender la mano a los pensamientos que más nos duelen y darles tiempo para que se curen y puedan irse por sí mismos.
Esta nueva manera de mirar en nuestro interior va a tener repercusión en nuestra vida. Ya no necesitamos evitar las cosas que nos causan sufrimiento porque lo aceptamos como parte de la condición humana. No tenemos que esperar a estar preparados porque el hacer las cosas que nos importan será lo que nos prepare para las que tengan lugar después. El miedo a asumir riesgos que puedan amenazar nuestra autoestima no tiene sentido porque no juzgamos las experiencias, sea lo que sea que sintamos va a estar bien y le vamos a dejar espacio. En su lugar vamos a utilizar nuestros valores para decidirnos a actuar en el día a día teniendo en cuenta lo que es importante para nosotros y hacia donde queremos ir. Vamos a guiarnos por lo que nos hace crecer como personas y en nuestras relaciones, llenando nuestra mente de pensamientos y momentos ricos en valores a base de las experiencias que construimos como arquitectos de la vida que somos.
Si la autoestima está limitando tu vida, pásate al lado de la autocompasión. Las vistas no es que vayan a ser mejores pero tu destino lo decides tú y no tus miedos, y llegarás a él por medio de la acción comprometida guiada por tus valores.